domingo, 18 de mayo de 2008

Anotaciones y comentarios a los textos de Prisciliano. I

He realizado una selección de textos de cada tratado que permitirán acercarnos a la concepción del hombre, de Dios y del mundo de Prisciliano. No entraremos por el momento en cuestiones históricas. Pienso que es más prudente comenzar con el análisis y la comprensión de la cosmovisión priscilianista, pues ella había de condicionar su actitud ante la vida, y puede posteriormente, ayudarnos en la interpretación y reconstrucción lo más imparcial posible a partir de los pocos datos históricos que poseemos, procedentes en su mayor parte de fuentes hostiles.



Selección de textos del Tratado I

“Pues, aunque no está bien vanagloriarse de lo que hemos sido, sin embargo no hemos sido llamados al siglo de un origen tan oscuro, o tan ignorantes, que la fe de Cristo y la formación del creyente pudiera depararnos la muerte antes que la salvación.”

Alusión a la posible formación de Prisciliano, de buena familia y con estudios. En otra ocasión nos ocuparemos de la relación de Prisciliano con el saber de su tiempo, de sus estudios, de posibles influencias, etc.

En la última frase del fragmento la idea de “salvación” se opone a la de “muerte”. Puede parecer poético, pero prefiero interpretarlo de manera literal, como la expresión de la convicción priscilianista de que cristianismo es vida y que lo que no es cristianismo es como “un estar muerto”. Cristianismo implica revivificación de la imagen celeste divina, del verdadero hombre a imagen y semejanza de la divinidad. Por el contrario, la vida corriente, la vida que no está fecundada por el espíritu de Cristo, es una vida meramente material; para Prisciliano equivale a estar muerto; pues el cuerpo está relacionado con la muerte y el espíritu con la vida. Es tema que se repetirá con frecuencia a lo largo de su obra.

“Pues Él es quien fue, quien es y quien será, y visto por los siglos, “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (J. 1,14) y crucificado fue hecho heredero de la vida, venciendo a la muerte, y resucitando al tercer día, hecho forma del futuro, mostró la esperanza de nuestra resurrección, y ascendiendo a los cielos, abrió el camino para los que llegan hasta Él”

Sería interesante comparar este fragmento con el Cáp. 15 de la 1ª epístola a los corintios de Pablo. En ambos casos tenemos a la divinidad vinculada al destino espiritual del hombre. La divinidad desciende físicamente hacia el hombre para mostrarle a este la vía de ascenso por el camino celeste. Cristo no es simplemente un objeto de adoración, sino sobre todo, un guía que muestra al hombre la forma de recuperar su condición inmortal, la resurrección de su dimensión celeste, su “ciudadanía” en los mundos espirituales. Cristo es el prototipo de la divinización humana., Esto es llamado “hecho forma del futuro”, es decir, el futuro de la realización cristiana en sentido superior para el hombre; y, “mostró la esperanza de nuestra resurrección”, significando que el auténtico cristianismo, la “iniciación” cristiana, como la llama Prisciliano, consiste en una muerte y un renacimiento. Como en los antiguos misterios, y como encontraremos frecuentemente en Prisciliano, hay algo que muere: el aspecto terrestre y algo que renace: su condición divina e inmortal. Y continúa más adelante:

“Haciendo fructificar lo que somos en Dios, no posea nuestra figura nada animal, sino que todo lo ocupe la disciplina de Dios Cristo, porque no existe ninguna comunidad “entre la mesa del Señor y la mesa de los demonios” (I Cor. 19,21)”.

Este fragmento supone la convicción de la dualidad del hombre. Acorde con el Evangelio, el hombre posee una realidad animal o terrenal y una dimensión divina. Una debe desaparecer en beneficio de la otra, pues “no existe comunidad entre…” las dos; es decir, a pesar de la dualidad humana, no es posible que las dos puedan convivir armoniosamente en el hombre. Una ha de prevalecer sobre la otra, de ahí la necesidad de vencer la animalidad y el egoísmo por medio de la “disciplina de Dios Cristo”. Por medio de una práctica de vida rigurosa que permita el resurgir de la naturaleza interna espiritual del hombre. Es la naturaleza animal del hombre la que debe desaparecer. En los cánones a las epístolas de Pablo, en el XXXIV, por ejemplo, dice:

“Los santos crucifican su carne junto con sus vicios y concupiscencias, gloriándose en la Cruz de Cristo, por quienes están muertos para el mundo y sus obras”

En el XXIX: “La carne es enemiga de Dios”

En el XXXI y el XXXII nos presenta, según cuenta Pablo, los dos tipos de hombres: el hombre terrenal y el verdadero seguidor de Cristo:

“El hombre nuevo es interior e imagen del celestial por estar formado a imagen de Dios y reformado con la gracia de Dios y la luz de la ciencia, y es un tesoro en un vaso de barro”.

El vaso de barro alude al cuerpo material.

“El hombre viejo es exterior, se corrompe y en él se destruye el cuerpo del pecado y el apóstol le llama casa terrenal y vaso de barro”.

Para terminar de ilustrar estas cosas citaremos el canon LXXXIV:

“…Resucitaron por el bautismo quienes, muertos por el pecado, fueron vivificados por Cristo, y buscan lo que hay debajo, no lo que está encima de la tierra”.

Muerte y pecado son sinónimos, esta es la condición humana que está privada de su natural y original unión con lo espiritual. El bautismo significa revivificación del espíritu en el hombre. La consecuencia es el abandono de los valores terrestres, de “lo que está encima de la tierra” y la búsqueda de lo que está debajo de ella, es decir, la muerte de lo terrenal y material. Muerte de lo corporal y terrestre. Resurrección espiritual.

Compárese con Pablo, Romanos 8, 5-7: “Los que son según la carne sienten las cosas carnales, los que son según el espíritu sienten las cosas espirituales. Porque el apetito de la carne es muerte, pero el apetito del espíritu es vida y paz. Por lo cual, el apetito de la carme es enemistad con Dios y no se sujeta ni puede sujetarse a la ley de Dios.”

Dice, hablando en plural, que conocieron la sabiduría de su tiempo para formación cultural, aunque el contexto exculpatorio del tratado le obligue a ser crítico con ella.

“Él es quien… conoce los cambios del firmamento y, al destruir la “rueda de la generación”, venció el día de nuestro nacimiento con la reparación del bautismo. Él es aquel cuyo nombre abrió un camino en el mar (Sab. 14,3)”.

Son muchas las referencias esotéricas que encontramos dispersas en la obra de Prisciliano. Una alusión al conocimiento de las estrellas y a continuación le sigue una cita bíblica entrecomillada sin referencia, que alude a la reencarnación, a la rueda de la generación o a los ciclos de los nacimientos, y que hoy día ha desaparecido de la Biblia (originalmente rotam geniturae; Vulgata: rotam nativitatis, (Santiago, 3,6.) Fue cambiada y traducida por: toda la vida). La destrucción de la rueda de la generación significa liberación. El hombre, en su peregrinaje por la tierra, está sometido, como consecuencia de la caída, a la rueda de los nacimientos, hasta que, reintegrado finalmente en el Reino de Dios, realizada la imagen y semejanza de Dios, tal como dice Prisciliano, se libere de lo terrenal y viva eternamente en el reino celeste. No hay condena eterna, los ciclos de los nacimientos serán necesarios hasta que el hombre viva con decisión el auténtico cristianismo. Muerte, nueva vida o renacimiento; transformación, divinización. Más adelante encontramos la idea de transformación en un pequeño fragmento que recuerda, en pocas palabras, un contenido de alquimia espiritual que sin embargo procede de la Biblia (Apocalipsis):

“Para que convirtiéndote en eso que has comprado, es decir, en oro purificado por el fuego, se escriba en ti el nombre del Señor…”

Transformación de la tierra en el oro espiritual acrisolado por el fuego, imagen simbólica de la transformación del hombre.

Otras frases y citas que presentan cierto interés:

Hemos entrado en el puerto de la tranquilidad segura.
Quien no naciere de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos.
Vestidos de Cristo…
Entregásemos nuestra vida a Él sólo (Cristo).
Sufrió por nosotros y nos ofreció la redención y la salvación de nuestras almas.
…Los hombres, hechos a imagen y semejanza de Dios…
Hay un solo Dios padre, de donde todo procede, y nosotros en él, y un solo Señor Jesucristo, por el cual es todo, y nosotros por Él.
Iniciados en Cristo.
Para nosotros, vivir es Cristo, la vida es Cristo, la fe es Cristo, sabiendo que tenemos el carisma de la santidad…
Nosotros buscamos los tesoros invisibles, escondidos en los cielos.
El nombre de Dios que leemos escrito en una piedra nueva.
Predestinando desde el principio con la profecía “a sus elegidos”, los cuales conservan a Cristo según la carne.
Reconocemos una fe indisoluble en los cuatro evangelios, regada por una triple fuente.
“Lo invisible de Dios es conocido mediante las criaturas” (Rom. 1,20)
Él no prohibió ni cerco el espíritu de nadie, encerrándolo en los límites fijos de la profecía, sino que Él permitió que todos los que creyeran hablasen libremente sobre Él.
Aquellos que con el pretexto de la religión, persiguen enemistades personales.

Continuará

Saludos cordiales. Jesús Rodríguez.

Notas:

Textos extraídos de: Prisciliano. Tratados y cánones. Editora Nacional. Biblioteca de visionarios, heterodoxos y marginados 1976 y de: Prisciliano, Tratados. Ed. de Ricardo Ventura. Imprensa nacional-casa da moeda, Lisboa 2005

Para "rueda de la generación" ver la versión de Ricardo Ventura. Prisciliano, Tratados. Imprensa nacional-casa da moeda, Lisboa 2005

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante el tema de Prisciliano. Podriais presentar información sobre la problemática entorno al camino de Santiago y Prisciliano? Saludos

Anónimo dijo...

Sergi, que mala leche tienes, hacer trabajar a nuestro pobre priscilianista, solo para probar si funcionan los comentarios...

Juan

Juan Almirall Arnal dijo...

Es un tema que ha hecho escribir a mucha gente y con el que seguramente nos pondremos en alguna ocasión