sábado, 7 de febrero de 2009

LA IGLESIA INTERIOR

Origen de la Iglesia Interior: Supuestamente, seis años tras la muerte del Salvador, el apóstol Pablo se convirtió al Cristianismo, por una visión de camino a Damasco. Hasta aquel momento, los cristianos eran una secta más entre los judíos que se encontraban en las sinagogas de la diáspora y un grupo proporcionalmente más grande, en el Templo de Jerusalén. Pablo era un judío helenizado, de la secta de los fariseos, una secta muy helenizada e influenciada por la filosofía estoica de la época. Pablo dirigió varias comunidades cristianas, que adoptaron el nombre helenizado de ekklêsía, es decir, el nombre de las asambleas de las polis griegas. Pero estas ekklêsías o asambleas de cristianos, que en tiempos de Pablo se reunían en las sinagogas o en el Templo de Jerusalén, tenían una serie de particularidades, en ellas pasaban cosas “extrañas”, practicaban el bautismo o purificación de los judíos y practicaban la cena ritual, pero no atendían a todas las normas de pureza y exigencias de la Ley mosaica. Los gentiles eran admitidos en estas asambleas, pero además, el Espíritu Santo (pneûma hagío) se manifestaba en los distintos miembros de la asamblea: “Porque a uno, mediante el Espíritu, le es dada la palabra de sabiduría (lógos sophías), a otro palabra de conocimiento conforme al mismo Espíritu (lógos gnôseos katà to autò pneûma), a otro fe en el mismo Espíritu (pístis en tô autô pneümati), y a otro dones de curación en el único Espíritu (jarísmata iamátôn en tô henì pneúmati), a otro realización de milagros (energêmata dynámeôn); a otro profecía (profêteía), a otro, discernimiento de espíritus (diakríseis pneumátôn); a otro, géneros de lenguas (gene glôssôn), a otro interpretación de lenguas (hermêneía glôssôn), pero todas estas cosas efectúa el único y mismo Espíritu, distribuyendo en particular a cada uno, conforme le place.” (I Cor. 12: 4-11). Este Espíritu Santo es el Espíritu del Cristo, que transmite a quien lo recibe algunos de los poderes que aquél tenía. Pues bien, esta extraña comunidad asamblearia de personas capaces de hacer milagros, profetas, interpretes de lenguas, gente con el don de curación, según un único Espíritu Santo, el Espíritu del Cristo, es la verdadera Iglesia fundada por Pablo en la diáspora, no en Jerusalén. Esta es la Iglesia Interior o la Iglesia del Espíritu Santo que a lo largo de los siglos se irá distanciando, primero de la Iglesia de Jerusalén, después de la Iglesia Imperial, continuadora del Imperio Romano.


Formación de los Misterios Cristianos: Tras la desaparición de Pablo y los Apóstoles el testimonio de la vida de Jesús, el Cristo (el rey), se recogió en los distintos Evangelios (de euaggélion, prefijo eu – buen y aggélion o angelion que significa mensaje, tal como ángel ággelos significa mensajero, Evangelio sería el buen mensaje), donde se narraban las cosas que había hecho el Cristo y los Apóstoles por medio del Espíritu Santo. Marcos es el primer Evangelio, luego Mateo y Lucas, y por último Juan y su misterioso Apocalipsis, un libro en la más pura tradición profética, como los grandes profetas de Israel, donde se recoge la manifestación del Cristo al final de los tiempos profanos, y la apoteosis de las Iglesias, es decir, de los discípulos del Cristo. En estos textos sobre la vida de Jesús destaca el episodio de la Transfiguración o Metamorfosis de Jesús, y la Resurrección en un cuerpo inmortal, así como la relación de los hechos maravillosos que le permitía el poder del Espíritu del Cristo. Estos serán algunos de los Misterios del Cristianismo, en el más puro estilo helenístico, donde Metamorfosis o Apoteosis (de meta-morfê trans-formar y apo-theosis divinizar, en el mundo clásico a un héroe), constituían las transformaciones y exaltaciones de la naturaleza humana, junto a la bienaventuranza (makários) que recibía el iniciado que, tras su muerte, era capaz de recordar la senda que conducía a los Campos Elíseos, a los lugares de la bienaventuranza y de la vida eterna. Los Misterios Cristianos tendrán los mismos objetivos que los Misterios Paganos, divinizar al hombre, pero la iniciación cristiana tomará de las reglas de pureza de la Ley mosaica, sus catarsis y purificaciones (esto se verá claro en los escritos de los Padres Apostólicos, como la Didaché o El Pastor de Hermas), son las condiciones necesarias para recibir el Espíritu Santo procedente del Cristo y del Dios único, el Padre. Sin embargo, el Cristianismo primitivo no será ni mucho menos homogéneo, durante los primeros siglos muchos colectivos y sectas distintas se moverán entre dos tendencias, una primera helenizante, que busca distanciarse de la Ley mosaica y se abre a los gentiles, y una segunda más judaizante, que tiene como manifestaciones más radicales el ebionitas y los elcasaitas.

El dualismo de la Iglesia Interior: El Evangelio de Juan es el Evangelio del Lógos, la Palabra y la Razón divina, que viene al mundo de las tinieblas, pero que procede de Dios y conserva su pureza. Esto llevó a algunos grupos de cristianos a afirmar el docetismo (de dóxa o apariencia) del cuerpo del Señor (Hechos de Juan 93, 1-3: “Otro hecho glorioso os contaré, hermanos: una vez cuando quise tocarlo sentí un cuerpo material y sólido. Pero otras, al palparlo, era su ser sin sustancia, incorpóreo y como inexistente. Cuando algunos de los fariseos lo convidaban y aceptaba la invitación, íbamos con él. A cada uno se le daba un pan, y también él recibía uno. Mas él lo bendecía y lo repartía entre nosotros. Cada uno de nosotros se sentía satisfecho con esa porción, y nuestros panes quedaban intactos, de tal modo que los anfitriones se admiraban. Muchas veces, caminando con él, quise ver si dejaba huellas visibles sobre el suelo, pues había visto que se elevaba sobre la tierra. ¡Y nunca vi ninguna!”). El docetismo será una solución para todos aquellos que quieren salvar la pureza y perfección del Logos, mientras que el drama del Dios hecho carne será la solución más popular con la que la que una mayoría se podrá identificar. El Gnosticismo llevará al extremo el docetismo, los pneumáticos o espirituales serán los únicos poseedores de la Gnosis y por tanto de la liberación, ellos explicarán de forma dualista las dos naturalezas hílica o carnal y pneumática o espiritual. Ello les permitió construir una mitología basada en dos realidades, que encarnan dos Dioses, un Demiurgo perverso y creador del mundo, y un Padre perfecto escondido en un más allá, denominado Plêrôma o Plenitud, rodeado de sus Eones (este esquema es similar al que se deduce de los diálogos de Platón: un Demiurgo artesano del Alma del Mundo, un Hiperurano donde se encuentran las Ideas, y por encima de todas, el Bien). El Gnosticismo será una verdadera Iglesia pneumática o del Espíritu Santo, que aparece como Gnosis.

Sin embargo, este Gnosticismo será rechazado por una ortodoxia más popular, que no acepta el docetismo ni el dualismo gnóstico, por lo que comenzará a producir una teología alegórica, para explicar el drama de Jesús Dios y Hombre, que le llevará a formulas cada vez más absurdas y difíciles de argumentar por medio de los tradicionales conceptos filosóficos, este es el origen de toda la producción teológica, que mantendrá ocupadas a las mentes más lúcidas de la ortodoxia. Y que finalmente, con la cristianización del Imperio Romano, recibirá su sanción definitiva. Durante los primeros siglos de Iglesia Imperial, presbíteros, obispos y patriarcas mantendrán interminables disputas sobre la relación entre las distintas personas (hipóstasis) de la Trinidad divina, y sobre la naturaleza del Cristo (Cristología), fundamentalmente contra las tesis de los teólogos neo-origenistas, que asumieron una cierta subordinación entre el Padre y el Hijo, sin tener ya muy claro, el papel del Espíritu Santo, en todo este lío especulativo. Por otra parte, la Iglesia oficial rechazará toda magia, oráculos, profecías, y otras manifestaciones de los dones del Espíritu, en su lucha por erradicar el paganismo y sus demonios, dejando estas cuestiones como una anécdotas históricas, y potenciando así el culto personal a la figura del Jesús histórico y sus santos.

El Maniqueísmo o la Iglesia de la Luz: Sin embargo, la Iglesia Interior tomará nuevas formas. En Persia vemos aparecer a Mani, el Apóstol de la Luz, que inspirado por el Gnosticismo y el ascetismo de distintas sectas cristianas de Asia Menor, funda, bajo la influencia y dirección de su gemelo espiritual (sýzygos), una especie de doble espiritual (como el ángel de la metanoia o el arrepentimiento), una Iglesia que tomará de la tradición religiosa persa, el conflicto entre la Luz y las Tinieblas, en un dualismo materialista, del que abominará primero la Iglesia ortodoxa, bajo la estricta crítica de Agustín de Hipona, que en su juventud había formado parte de la secta, y luego la Iglesia Imperial, transformándose en la bestia negra de la Iglesia antigua y medieval. Agustín de Hipona también utilizará por primera vez el nombre de “cátaros” o puros, para designar a un grupo de cristianos estrictos, que se negaron a admitir de nuevo en sus comunidades y rehabilitar a aquellos que habían renunciado a la fe cristiana, para evitar las persecuciones de Diocleciano, y que tras la llegada de Constantino al poder, pretendían rehabilitarse. Estas sectas puristas propias de los siglos III y IV. Estos cátaros fueron conocidos también como novacianos, por ser seguidores de Novaciano, un amigo del ascetismo extremo y de la pureza de la fe. Pero mientras estos últimos fueron aceptados por la gran Iglesia, los Maniqueos fueron perseguidos en todo el Imperio Romano, y también en el Imperio Persa, por lo que la Iglesia Maniquea emigrará hacia Oriente por las Rutas de la Seda. El Maniqueísmo compartía el ideal de pureza y de extremo ascetismo de las comunidades más consagradas, los elegidos o perfectos, que llevaban una vida errante, aunque con reglas monásticas. La misión de los maniqueos era la de formar parte de las huestes de la Luz, para colaborar en la victoria definitiva sobre las Tinieblas, el mundo de la carne, con el que se habían mezclado las diversas hipóstasis o emanaciones de la Luz, entre las que destaca el Hombre Primordial, verdadero arquetipo del Hijo de la Luz, que realiza el sacrificio de mezclarse con las Tinieblas para redimirlas. Los mitos maniqueos serán recuperados por los movimientos dualistas de la alta Edad Media.

La Iglesia del Paráclito y la Leyenda del Santo Grial: El Maniqueísmo influirá en algunas sectas dualistas que se fundaron y desarrollaron en los territorios pertenecientes al Imperio Bizantino, donde todavía reinaba el Emperador de Oriente, y en el que también existía un segundo Papa, el Patriarca de Constantinopla, cabeza de una Iglesia cada vez más desconectada de la Iglesia Occidental, pero que aún formaba parte de la gran Ecumene Católica. Este Patriarca era el último superviviente de una época en la que habían existido cinco Papas o Patriarcas, bajo el poder del Emperador, que era el verdadero sucesor del Cristo. Todo ello dentro ya de la Iglesia Imperial, la Iglesia del poder. Pues bien, en los, cada vez más, reducidos dominios del Emperador bizantino, la Iglesia Oriental sufrió toda la disputa iconoclasta y otras discusiones con un trasfondo teológico. En dicha disputa participó, del lado de los iconoclastas, una secta dualista, llamada de los Paulicianos, de marcada influencia maniquea. Los Paulicianos se extendieron por la Europa Oriental, y se hicieron muy fuertes, hasta el punto de amenazar al Emperador, que en el siglo IX fueron perseguidos y paulatinamente exterminados. Sin embargo, en Bulgaria surgió un nuevo movimiento dualista, los Bogomilos, continuador de los Paulicianos, que llegó a tener una gran organización en la administración de sus Iglesias. Estos Bogomilos al igual que los Maniqueos, eran personas muy ascéticas, que buscaban una perfección y pureza muy grande, a fin de poder recibir el Espíritu Santo.

En Occidente, también encontramos grupos de cristianos partidarios de la pureza y la pobreza, como preparación para recibir al Espíritu, destaca la comunidad fundada en España por Prisciliano de Ávila, que fue acusado de Gnóstico y Maniqueo. Pero también, a los albores del siglo IX aparecen en las tierras occitano-catalanas, grupos de cristianos que aspiran a una perfección, de una forma similar a los puros y perfectos de las Iglesias de Oriente. Recibieron el nombre genérico de Albiguenses. Pero de entre ellos destacó una comunidad cristiana, en torno a unos hombres llamados bons homes o perfectos, que llegó a estar organizada como grupo de Iglesias, tal como nos muestra el acta del Sínodo de San Félix de Caraman, donde la Iglesia de los Cátaros, se organiza en obispados, y los obispos y fieles reciben el Consolamentum del Patriarca Bogomilo Nicetas, la transmisión del Espíritu Santo. Los Cátaros llamaban a su comunidad la Iglesia del Paráclito, la verdadera Iglesia Interior, de los Santos y Perfectos, en el Espíritu del Cristo. El Catarismo se extendió por toda Europa durante la baja Edad Media, hasta el inicio de su persecución.

Junto con el movimiento Cátaro, asistimos en Europa Occidental a la formación de los Mitos y Leyendas del Cristianismo. Chretien de Troyes, un trovador de la corte de Champaña, traductor y conocedor de los mitos clásicos, en particular de las Metamorfosis de Ovidio, compone relatos de caballeros cristianos, e incorpora la historia de Percival y el Santo Grial. Pronto la Comunidad del Santo Grial se convertirá en uno de los mitos y leyendas más importantes del Cristianismo Medieval, y la Comunidad del Castillo del Santo Grial, el referente espiritual para distintas Ordenes de Caballeros, como los Templarios y sus órdenes derivadas, como los Fideli d’Amore o la Fede Santa, entre los que encontramos a otro gran trovador medieval: Dante Alighieri, un hombre comprometido con la causa de los Hohenstaufen o gibelinos, partidarios de restaurar la Monarquía del Sacro Imperio, y terminar con el creciente poder del Papado Romano, y sus pretensiones de ser la cabeza de la Iglesia Universal.


Saludos,

Juan Almirall

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