domingo, 10 de octubre de 2010

"LA MENORAH, EL CANDELABRO DE SIETE BRAZOS", Juan Almirall


(Esta foto está mejor, es más divertida, atención a la señora que, sin ningún respeto, se lima las uñas, bajo un signo tan sagrado, exponíendose sin conciencia a la Ira de Yahveh)

"Fabricó asimismo el candelabro de oro puro; tabajados a cincel hizo el candelabro, su basa y su fuste; formaban un cuerpo con él sus cálices, sus corolas y sus flores. Seis brazos salían de sus costados: tres brazos del candelabro de un lado y tres brazos del candelabro del lado segundo. En uno de los brazos había tres cálices en forma de almendra, con corola y flor, en el otro brazo. Así para los seis brazos que salían del candelabro. Y en el fuste del candelabro había cuatro cálices en forma almendrada, con sus corolas y sus flores; una corola bajo los dos brazos primeros que formaban cuerpo con él, y una corola bajo otros dos brazos formando cuerpo con él, y otra corola bajo los dos últimos brazos que formaban con él cuerpo: así para los seis brazos formaban cuerpo con él, siendo todo ello de oro puro labrado a martillo. También hizo las siete lámparas del mismo, con sus despabiladeras y sus cazoletas en oro puro. Un talento de oro puro empleó en el candelabro y todos sus accesorios." (Ex. 37, 17-24).
En el Éxodo se describen los objetos que estaban en el Tabernáculo y que luego fueron colocados en el Santo de los Santos del Templo de Jerusalén. La Menorah o el Candelabro de siete brazos es descrito con detalle en estos versículos. Fue fabricado por Besal'el por encargo de Yahveh. Y es símbolo de la Alianza de Dios con el pueblo de Israel. Sus siete brazos representan los siete días de la Creación, con el Sábado en el centro. El Zohar dice: "Estas lámparas, como los planetas, reciben su luz del Sol". La Menorah miraba al Este, y sus lámparas eran limpiadas de aceite y encendidas cada mañana, excepto las más extremas, por los sacerdotes. La lámpara de Elohim se encendía por la mañana y se dejaba arder hasta que se apagaba (1 Sam. 3, 3). De hecho los siete brazos representan a los Siete Espíritus de Yahveh-Elohim, (Is. 11, 2): a ambos lados del Espíritu de Yahveh se encuentran el Espíritu de Sabiduría y el Espíritu de Inteligencia, después el Espíritu de Consejo y el Espíritu de Poder, y en los extremos el Espíritu de Conocimiento y el Espíritu del Temor de Yahveh. Dice Isaías que sobre el Hijo de Dios se posarán estos Siete Espíritus. Este es uno de los grandes Misterios Mesiánicos de nuestra tradición judeo-cristiana.

sábado, 9 de octubre de 2010

"LA PUERTA DORADA DE JERUSALÉN", Juan Almirall

Cristianismo es una religión mistérica, soteriológica y escatológica. Su núcleo formativo fue una comunidad judía, que se reunía en torno a Iosua (Jesús es el mismo nombre que José), un maestro mesiánico, a las afueras de Jerusalén, bajo la Puerta Dorada del Templo. Cuentan los Evangelios que Jesús predicaba en el Monte de los Olivos, enfrente del Monte Sión y Moriá, donde se levantaba el Templo. En aquel lugar, se encontraba el gran cementerio, en el famoso Valle de Josafat o de Yehoshaphat, que significa "el Juicio de Jehová", el lugar del Juicio, donde se enterraban los judíos, orientándose hacia la Puerta Dorada, la Puerta del Rey, del Mesías. De hecho el Monte de los Olivos es en un gran cementerio, rodeado de jardines de olivos, donde enseñaba el Maestro, rabino, de los Cristianos. Y lo que realmente debía enseñar, eran los lugares misteriosos del más allá, los cielos que las almas de los judíos esperaban alcanzar, tras el Juicio de Jehová. El Monte de los Olivos es una de las distintas colinas alrededor del Monte Sión, donde se levantaba la ciudad de Jerusalén, la ciudad de la Paz de Dios ("salem" significa "paz"). El pueblo judío tiene esta ciudad como el referente espiritual, un lugar de paz, donde tenía que vivir la comunidad de fieles, de los observadores de la Ley de Yahveh. Su impresionante Templo, en época romana, era el lugar donde el Señor de Israel habitaba, donde se encontraba la presencia viva del protector y guía del pueblo de Israel.
La Puerta Dorada, que fue tapiada por los musulmanes, era la puerta oriental de la ciudad, que daba directamente al Templo, y tras la cual se encontraba el Santo de los Santos, la Morada de Dios. El muro occidental, llamado Hakótel Hama'araví, es el famoso Muro de las Lamentaciones, del otro lado del Templo. El Santuario miraba hacia donde sale el Sol, la puerta oriental era llamada la Puerta de Oro, por la que tenía que pasar el Rey de Israel, el Mesías, el Ungido por Dios. Y atravesar el Valle del Juicio, el Valle de Josafat, para dirigir hacia Dios a todas las almas de los justos. La monarquía judía era temporal pero sobre todo espiritual, los reyes eran los verdaderos sabios de Israel.
Este es el escenario jerusalemita donde el Mesías (o Cristos en griego), predicó sobre el Reino de los Cielos, sobre el Reino del Padre, el Dios de Israel. Su discurso solo podía ser soterológico, es decir, relativo a la salvación de las almas, pues en aquella época los rabinos, que eran generalmente fariseos, enseñaban sobre la salvación de las almas, en una línea muy influenciada por el discurso helenístico. La Escuela Farisea de rabinos o maestros que se repartían por toda Palestina y más allá, tenía muchos puntos en común con la Escuela Estóica, así lo atestigua Flavio Josefo. Jesús atravesó la Puerta Dorada de los Reyes de Israel, predicó la salvación en el cementerio judío por excelencia, y se elevó a los Cielos, a la Casa del Padre, desde el Monte de los Olivos, frente al Monte Sión, para llevar consigo a todas las almas que esperaban la salvación. Este es el Evangelio (el buen-mensaje) de los Cristianos.