domingo, 7 de julio de 2013

VIDA PITAGÓRICA DE JÁMBLICO DE CALCIS, POR JUAN ALMIRALL

Jámblico intenta emular a otro autor, que tradicionalmente tenía la fama de ser un hombre divino, un theîos anêr, según la tradición helenística[1], nos referimos a Pitágoras. La obra de Jámblico Peì toû Pythagorikoû bíou no es una mera biografía de este famoso autor, como lo podría ser la obra de Porfírio, que se enmarca en un conjunto de tratados biográficos, sino que se trata de una presentación de un tipo de vida, basada en la virtud, la ascesis, la contemplación y la comunidad. Tampoco pretende ser una exposición de la propia filosofía de Jámblico, sino un documento que muestre una síntesis de los así llamados pitagóricos, y a los que el autor pretende seguir. Los rasgos aristotélicos son muy claros, la bíos theôrêtikós se combina con una vida en común, propia de las comunidades pitagóricas.
Sin embargo, hay que decir, como introducción previa a una visión de conjunto de la obra de Jámblico, que seguramente, él fue un sacerdote, pues la obra está llena de referencias a los dioses, a las prácticas religiosas, ritos, sacrificios; además, no un sacerdote cualquiera, sino uno reconocido por su piedad y su entrega a una vida consagrada a los dioses. Egipto siempre fue conocida por su piedad y fervor religioso, seguramente la estancia de Jámblico en Egipto, estuvo vinculada a algún templo, y bastante próxima al Museo y su biblioteca, el Pitágoras de Jámblico aconseja a sus conciudadanos que “fundaran un santuario en honor de las Musas, para conservar la concordia existente. Pues todas estas deidades tienen también la misma advocación, por tradición forman un conjunto entre sí, se alegran especialmente por los honores comunes y, en general, el coro de las Musas es uno solo y el mismo pero incluso comprende el consenso, la armonía, el ritmo y todo lo que predispone a la concordia” (V.P. IX, 45). El objetivo espiritual de la bíos theôrêtikós no es otro que el observar el movimiento armónico de los astros, la piedad pitagórica está relacionada con las matemáticas, disciplina que se compone de la Aritmética, la ciencia de los Números y la más sagrada, pues es la más abstracta, vendría a coincidir con el conocimiento de los inteligibles de Platón, que en sus doctrinas no escritas se identificaría con el conocimiento de los Números-idea; le seguía la Geometría, el estudio de las figuras el segundo rango en la jerarquía del ser matemático, es decir, el ser limitado por el número muestra el límite, signo de perfección frente a la Díada ilimitada e indeterminado, las figuras perfectas son la base de la creación, y la esencia del ser real; después tenemos la Música, el arte de las Musas, no se trata de cualquier música, sino de la música armónica, y en especial, la música de las esferas, que sería la última disciplina matemática, la Astronomía, conocida como la Esfera.
 El divino Pitágoras, era capaz de escuchar lo que nadie podía oír, había llevado al extremo la facultad de contemplación lo que le permitía, aplicar sus oídos y ajustar su mente “a la sublimes sinfonías del universo, escuchando él solo y comprendiendo, según se manifestaba, la universal armonía y consonancia de las esferas y de los astros que se mueven en ellas; armonía que produce una especie de melodía mucho más profusa y abundante que las humanas, a causa del movimiento y de su órbita, muy rítmica y, a la vez, de una perfección muy bella y variopinta, porque se compone de sones disímiles y diferenciados por su gran variedad, velocidad, tamaño y posición, situados entre sí en una proporción muy armoniosa” (V.P. XV, 65).   
 Sin duda se trata de los siete intervalos que separan las esferas, según Platón en el Timeo, que viene a colocar cada uno de los círculos planetarios a una distancia igual a un tono el primer círculo de la Luna, una octava superior el círculo del Sol, una octava y una quinta el círculo de Venus, dos octavas el círculo de Mercurio, tres octavas y un tono el círculo de Marte, tres octavas y un tono el círculo de Júpiter, y cuatro octavas, una quinta y un tono el círculo de Saturno. Intervalos que son inapreciables para el oído humano, pero que Pitágoras, como recoge el fragmento citado, podía oír dadas sus cualidades divinas, y su capacidad de sentir y meditar, con una profunda penetración.
 Este sería el ideal espiritual de la vida pitagórica, frente a las meditaciones sobre la Belleza inteligible y el Uno supra intelectual, Jámblico propone una experiencia mística más clásica, más ajustada a la vida religiosa helenística de la época imperial, plagada de magia, mitos y teurgia, con una tremenda admiración por lo milagroso, thaûma, de los curadores milagreros llamados taumaturgos. La propuesta espiritual de Jámblico no es otra que la teurgia divina de los sacerdotes, que conocen el orden espiritual que se esconde a los sentidos tras la naturaleza, constituido por los coros divinos, de héroes y démones del mundo sublunar, del cielo y del hiperurano.
 Los pitagóricos se agrupaban en dos: los acusmáticos y los matemáticos, “de ellos, los matemáticos eran reconocidos por los otros como pitagórico; en cambio, éstos no aceptaban a los acusmáticos[2]. Los acusmáticos lo único que recibían era una serie de sentencias sin ningún tipo de explicación, se trata de los symbola, de los que hablará más adelante y que comenta en el Protréptico, 21, 4 y ss.



[1] Carmen Padilla, “Hombres divinos y taumaturgos en al Antigüedad. Apolonio de Tiana”, En la frontera de lo imposible, Córdoba: Ediciones el Almendro, 2001, pp. 141 – 162.
[2] El capítulo XVIII de la V.P. está dedicado a mostrar las diferencias de estos dos tipos de dedicación a la filosofía, la de los creyentes o “acusmáticos” y la de los “matemáticos”, los verdaderos y capacitados filósofos pitagóricos.

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